Vida de un Leñador III


... Levanté mi mano a la altura de mi frente y con un saludo militar, le mostré mi respeto al animal por su fantástica hazaña deseándole suerte en la faena.

Regresé a mi dormitorio, y ella seguía aún ahí. Me llamó la atención la postura con la que estaba acostada, boca arriba y con ambas rodillas pegadas que se cruzaban y juntas formanban una "V". Debo reconocer que sus muslos me agradaban, pues me recordaban a los cedros que suelo cortar por las mañanas y que llevo al hombro para hacer mis fogatas.

Me paré a un lado de la cama y la continué observando. Su blusa blanca parecía estar a punto de reventar por lo apretada que se veía. Pensé que a lo mejor se estaba sofocando, así que le desabroché el botón que le rodeaba el cuello; sin embargo la presión parecía continuar. Procedí a desabrochar el segundo, y ahora sí, su pecho tenía menos presión.

Después de apartar mis manos del segundo botón, no pude evitar apreciar sus voluptuosas mamas. Se asemejaban a dos grandes melones que solía coger cada que vez que iba al pico de las montañas detrás de mi cabaña. Me empecé a preguntar si estos que tenía en frente serían más jugosos que los que siempre probaba.

De repente, cruzó por mi mente la imagen del semental sapo poseyendo a su hembra, y sentí como la sangre irrigaba poco a poco y desembocaba hacia mi órgano viril.

No tenía duda alguna, la toalla, que aún llevaba puesta, no me permitía disimularlo. De inmediato me subí a la cama, me posé a la altura de su cintura con las piernas abiertas. Estaba decidido, quería comprobar si sus mamas serían tan jugosas como aquellos melones de montaña. Ese era mi deseo. Sin embargo, la duda vino a mi mente, cuestioné mi accionar: ¿realmente quiero hacer esto?. Maldición! Nuevamente, estaba confundido.

Cabizbajo volteé la mirada hacia atrás. Definitivamente, hoy no era un día normal. Al levantar la mirada, quedé en shock, pues vi al sapo acompañado de su hembra dentro de mi dormitorio. Por un momento, creí que estaba soñando, pero no era así. Un poco nervioso, los miré fijamente por unos segundos, y fue inconcebible lo vino a continuación: ambos animales asintieron con la cabeza, dándome señal de su aprobación sobre lo que vendría a continuación.

Eso era lo que necesita: convicción. Así que les respondí asentando la mía también. El animal en mí volvió y empezó a manifestarse, regresé la mirada hacia el pecho de la hembra y...